Fatiguitas y esperanzas de volver al país de los posmodernistas

Ea, ya pasó, ya pasó… respira hondo… ¿Te das cuenta de que en realidad es peor pensarlo que pasarlo? Por fin es viernes. Para muchos, el primer viernes tras la dura vuelta de las vacaciones. La primera bocanada de fin de semana tras el fatídico momento de meterte en la cama sabiendo que al día siguiente volverás a perder la libertad. Se acabó disponer de tu tiempo y poder alejarte de ti mismo, de tu día a día, para –qué curioso- coger perspectiva y conocerte mejor.

Estos días muchos se habrán consolado pensando en todos aquellos que, por desgracia, o no han podido desconectar o, si lo han hecho, ahora regresan a su rutina del paro. La rutina del que tiene un despertador al que se la sopla que sea miércoles o domingo. Eso sí que es jodido, aunque, claro, tampoco es fácil para los que vuelven a ese clavo ardiendo en el que se ha convertido su puesto de trabajo. Demasiados quejidos estos dos últimos meses. Padres en la playa indignados al teléfono porque la empresa les llama para acortar sus vacaciones de la noche a la mañana, maridos a los que se les obliga a viajar al otro lado del mundo a pesar de que su mujer afronta un embarazo de riesgo, maestros a los que se despidió en agosto para repescarles en septiembre con nuevo y poco agradable destino, bajadas de sueldo directamente proporcionales al esfuerzo y dedicación de un montón de años…

El patio no está para farolillos. Está más bien para colas como la que ha conectado recientemente la Plaza de Callao de Madrid con la Puerta del Sol. Cientos y cientos de personas esperando bajo el calor de la capital a llenar una bolsa con las frutas y hortalizas que nuestros agricultores no pueden vender porque ese mono venido a más que es el ser humano sigue dándose de palos, esta vez, en Ucrania. El hombre del campo se desangra y clama contra los distribuidores que, en estas circunstancias, prefieren seguir bajando el margen del agricultor, antes que el suyo propio.

Esta semana has vuelto a ponerte unos pantalones largos y te has colocado tu reloj de pulsera, ese reloj que te quitaste al comienzo de las vacaciones, para sumergirte de nuevo con tu coraza mental en este caldo de cultivo tan propicio para los abusos y las tentaciones nihilistas. Al final parece que Nietzsche dio en la diana con su doble moral. El pensador alemán que abrió las puertas del posmodernismo sostenía que los poderosos no necesitaban moral, sino simplemente la manera de mantener y agrandar su poder. La moral era para los débiles, para los perdedores que, perdida toda esperanza, debían decidir si conservaban su moral o también se dejaban llevar. A esos sí se les planteaba un dilema.

Asegura un estudio reciente que en nuestra sociedad hay más psicópatas de lo que parece. No psicópatas de matar con una motosierra. Más bien, gente incapaz de empatizar y meterse en la piel del prójimo. Gente muy capaz de decir una cosa toda su vida y hacer la contraria. Jordi Pujol sería un ejemplo de ese tipo de poderoso, mientras que todos los pringaos que pagan impuestos y trabajan con tesón por una miseria representarían a la otra parte.

¿Cómo seguir siendo honesto? ¿Cómo seguir haciendo las cosas correctamente? ¿Cómo no perder el amor por el trabajo bien hecho? ¿Cómo?, si el posmodernismo te enseña una y otra vez que los atajos funcionan, que la meritocracia es un cuento, que el más poderoso tiene ventaja, que los escrúpulos son un lastre, que el bueno es tonto… Nos han enseñado a conseguir las cosas rápido, a ser materialistas, narcisistas, a pisar al otro para no perder comba, a negar lo que es justo, a ponernos en la piel de los malos con series como Los Soprano o Breaking Bad. Todo es relativo en estos días.

Afortunadamente, la crisis parece traer algo positivo. Una encuesta del Centro Reina Sofía asegura que los jóvenes están abandonando los intereses hedonistas y personalistas, a favor del compromiso colectivo, la lealtad o la confianza. Para alguien que va a ser padre próximamente, es un alivio pensar que el mundo todavía tiene solución. Eso y que todavía hay vendedores que se tiran una hora y cuarenta minutos para informarte con todo lujo de detalles sobre todos los tipos de carritos, capazos, maxi cosis y sillitas de bebé. El vendedor trabaja en un gran centro comercial y sospecha que sólo vas a informarte para comprar luego en otro lugar. Aún así tiene paciencia y se le nota que se esfuerza para estar a la última y dar el mejor servicio. Además, es sincero y te hace ver que lo mejor no es lo más caro. Al día siguiente compruebas que hace lo mismo con todos los clientes. Y una vez que ya le has comprado, te avisa de que habrá una rebaja dentro de un mes y que puede hacer un cambio para que te beneficies…

Con gente así da menos pereza volver a sumergirse en este mundo. Lo mismo hasta escribo una carta a sus superiores simplemente para que sepan la joya que tienen. ¿Perder tu tiempo libre escribiendo una carta para favorecer a alguien que apenas conoces simplemente porque ha hecho bien su trabajo? Puede que eso ya no se lleve, pero ya ves… que se joda el posmodernismo.

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