-Doctor, ¿es grave?
-Hombre, el golpe ha sido duro y, sobre todo, le pilló en una muy mala postura porque no lo vio venir ni por asomo…
-Pero, ¿sobrevivirá?
-Sí, yo creo que sí. Pero va a necesitar reposo y cambiar algunas cosas en su vida…
Madrid y buena parte de España se levantan este domingo con el resacón de Buenos Aires… Durante unas horas has conseguido dormir y te has olvidado de todo, pero al abrir el ojo en seguida te vienen a la cabeza los fogonazos de uno de los palos sentimentales más grandes que se ha llevado este país en los últimos tiempos. El apagón que no dejó ver una parte de la presentación de la candidatura española, las dichosas preguntas sobre el dopaje, el anuncio del empate con Estambul y, lo peor de todo, la confirmación de que a los señores del COI, entre Madrid y una ciudad con tensiones sociales en las calles y con la mayoría de las infraestructuras por hacer…. ¡se quedan con lo segundo!
Palazo monumental, bajonazo en la Puerta de Alcalá y las redes sociales echando humo sobre “la manía que nos tienen a los españoles porque somos los mejores”, lo corrupto que es el Comité Olímpico Internacional, las tres cabezas y los cincos ojos que le van a salir a los que vayan a Tokio por culpa de la radiactividad (“¡que se jodan!», clamaban algunos), llamamientos para boicotear todos los kebabs que haya en España (“¡les va a hacer negocio su p— madre!”, apostillaban otros)…
Yo no sé ustedes qué pensarán, pero a mí me encanta ser español. Me encanta por muchas cosas, pero una de ellas es por lo entrañables que somos. Entrañables en lo bueno, cuando nos dejamos el corazón en una buena causa y demostramos la solidaridad y el coraje que llevamos dentro. Y entrañables en lo malo, cuando rozamos lo cómico en cuanto sale rana algún asunto con lo que nos habíamos ilusionado en exceso.
Los que vivimos entre Francia y Portugal no tenemos ni más virtudes ni más defectos que otros pueblos, pero sí es verdad que somos especialistas en pasar de un lado a otro de la balanza con una velocidad que despeinaría al mismísimo Felix Baumgartner, el que saltó de la estratosfera.
Veamos: ¿de dónde salió eso de que éramos favoritos? Cualquiera que echase un vistazo a la prensa internacional hubiese visto que en países como Estados Unidos (donde no dan puntada sin hilo) siempre situaban a España como la tercera opción. Sin embargo, aquí hemos alimentado la teoría de que lo teníamos caso hecho. Tanto caló esa teoría que esta vez no nos hemos dejado nada en el tintero y nuestra delegación en Buenos Aires ha sido la más numerosa de todas las ocasiones en las que hemos optado a los Juegos. Nadie, ni en la esfera política, diplomática o deportiva, se olió el castañazo que nos íbamos a dar… Incluido el Príncipe, que, por otro lado, hizo un gran alegato. Junto a Pau Gasol, lo mejorcito que tenemos cuando vamos a este tipo de saraos.
Dicho esto, al margen de lo realistas o soñadores que podamos ser, queda por saber qué ha pasado sobre el terreno en Buenos Aires y, sobre todo, en estos meses de verano. Porque fue en junio, tras la última ronda, cuando a la candidatura de Madrid le hicieron creer que tenía serias opciones. Pues aquí parece que hemos vuelto a pecar de pardillos. La asamblea del COI que decide la sede de los Juegos Olímpicos es lo más parecido a la cueva de Alí Babá…. Les gusta vivir bien, viajar en business y siempre están dispuestos a “escuchar” las “observaciones” de la “diplomacia”…. Y en esto de la diplomacia hay países que nos dan pal’ pelo siempre que quieren… Nos pasó con los británicos cuando se llevaron el gato a Londres y, dicen las malas lenguas, que nos puede haber pasado ahora con los franceses. ¿Los franceses? Pero si nos prometieron el voto… Pues ahí está el problema: en esto del COI, una cosa son promesas y otra, votos. París quiere las olimpiadas de 2024 y, para conseguirlas, necesitaba que las del año 20 no fuesen en Europa. ¿Habrá movido ficha Francia bajo cuerda para que no se votase a Madrid? Piensa mal y acertarás…
Sin embargo, seguramente todo esto no se explica con lo cabroncetes que son casi siempre los franceses con nosotros. Seguramente el principal lastre que hemos tenido, por encima de la polémica del dopaje (los turcos están peor que nosotros en esa cuestión y nos ganaron en el desempate), sigue siendo nuestra crisis económica.
Por mucho que los datos macro estén mejorando y que estemos haciendo un gran esfuerzo en la búsqueda de brotes verdes, lo cierto es que fuera nos continúan viendo, básica y fundamentalmente, como un país arruinado. Te pongas como te pongas, es metafísicamente imposible convencer a un alemán o a un estadounidense de que lo que necesita un país con seis millones de parados y que ha tenido que pedir 60.000 millones para apuntalar sus bancos es echarse entre pecho y espalda la organización del mayor fiestón internacional que se puede organizar en el mundo.
Encima, para acabarlo de rematar, no hemos estado finos en el mensaje final. “Madrid makes sense” es un lema estupendo. Pero eso de “Madrid necesita los juegos” sobra…. Sobra porque el COI quiere un mensaje como el que dimos en Barcelona: “tenemos pasta y nos la vamos a fundir a la salud de ustedes; luego ya la depresión del 93 será cosa nuestra”… Aquí el mensaje ha sido el contrario: “Madrid está mal y necesitamos los Juegos desesperadamente para salir a flote”. Nos han olido la desesperación y eso no ha ayudado.
Tampoco hay que olvidar que ya no tenemos a Juan Antonio Samaranch. Su figura fue clave para conseguir los Juegos de Barcelona, mientras que ahora no tenemos a ningún padrino dentro del COI. Llama la atención que, en un país como España donde demasiada gente vive del arte del peloteo y el enchufismo, pretendamos llamar a la ventanilla del COI sin padrino y con la esperanza de que nos darán las Olimpiadas porque, a nuestro juicio, somos los mejores. En eso también pareciera que somos sorprendentemente pardillos.
A todo esto, para la próxima vez (si hay próxima vez) tampoco estaría mal que a los amigos de la propaganda no se les vaya la mano con las encuestas. Un 75 por ciento de apoyo popular está más que bien y es realista en un país que ama el deporte. Un 91 por ciento es pasarse tres pueblos, porque sólo con los que no querían Juegos mientras en España no haya dinero para otras cosas más importantes (postura ésta respetable donde las haya) y los simpáticos nacionalistas, que esta mañana se han levantado contentos porque los madrileños están tristes, ya suman más del 9 por ciento de la población.
El caso es que yo lo siento. Lo siento por todo lo que esto tiene de desilusión colectiva en una nación que no anda sobrada de alegrías. Lo siento por nuestros deportistas que seguirán luchando sin que les lleguen las becas. Y lo siento por los niños; por los críos que no sentirán la magia que yo sentí con 12 años cuando Rebollo encendió con su flecha el pebetero de Montjuïc.
Entonces, un servidor de ustedes era un crío barcelonés. Ahora soy un adulto que vive en Madrid y estoy convencido de que, a pesar de nuestros problemas y defectos, el día que nos pongamos a organizar los Juegos, volverán a ser los mejores de la historia. Lo haremos porque entre lo entrañable y lo cómico albergamos algo de genialidad que nos hace dar la talla cuando es necesario. Entre tanto, ellos se lo pierden y nosotros nos lo ahorramos…
Me ha encantado tu entrada. A mi tambien me ha dado un poco de pena, pero la justa, porque España tiene muchos problemas en los que centrarse y estas olimpiadas no nos iban a sacar de pobres. Y sinceramente es hora de que acepten que en una temporada no se los van a dar y emplear todas sus ideas dinero y fuerzas en resolver los problemas apremiantes que sufrimos.
Me ha gustado mucho y me han emocionado todos los puntos y detalles que has tocado en tu redacción. Saludos desde Lepe.