Ni contigo, ni sin ti

Una vez me topé con un economista tan sincero como honesto. “Los economistas no tenemos ni puta idea de qué va a pasar con la economía”, así de claro me lo soltó. “¿No te has parado a pensar que, si lo supiéramos, estaríamos todos forrados?”, remató para acabar de convencerme. El caso es que la economía es una ciencia social (una ciencia, por tanto, no exacta) que intenta barruntar qué hará la gente con su dinero si sucede ésta o aquella otra cosa. Cuando te metes en esas lides, lo mismo aciertas, que te equivocas. Y es que el ser humano es un misterio insondable. Por esa misma razón me permito daros un buen consejo: no perdáis el tiempo preguntando a un periodista qué puede pasar a partir de ahora con los resultados electorales que ha arrojado el 20-D.

elecciones_2015Lo cierto es que no lo sabemos, y puede que ni los políticos protagonistas del embrollo lo tengan muy claro ahora mismo. Para empezar la gente a veces es caprichosa y  otras tremendamente calculadora. Sólo hay que ver cómo un número importante de gente que votó a Ciudadanos en las autonómicas de Cataluña, porque se votaba en clave identitaria, en las generales se ha pasado a Podemos porque la clave era más social, asentada en el eje derecha-izquierda. Los que no querían más bipartidismo, pero soñaban con una regeneración sensata y que fortaleciera la unidad de España andan cabizbajos porque a Ciudadanos no le han salido las cuentas. En un país cainita, el centro se lo tiene que currar mucho para hacerse hueco. Si no le dejas claro a los “ex” del PP que no vas a pactar con la izquierda, malo. Si dejas que te coloquen la etiqueta de “nueva derecha”, no cuentes con los “ex” del PSOE. Y si entras al juego de ir a los platós a compartir tertulia con Pablo Iglesias, corres el riesgo de fortalecer a quien buscaba pasar por alguien más moderado para comerte la tostada en el nicho de la regeneración. Esos han sido algunos de los errores de Albert Rivera.

El error de Pablo Iglesias, en cambio, todavía no se ha visto. El pecado, más bien, lo llevará en la penitencia. Podemos, si consigue formar parte de una fórmula de gobierno, sufrirá cuando llegue la hora de materializar lo que ha permitido su éxito en Cataluña y sumar como propios los votos de hasta 10 partidos/movimientos periféricos: el compromiso de celebrar un referéndum de autodeterminación en Cataluña y donde sea menester. Eso es sencillamente ilegal con la actual legislación y Podemos no está en disposición de cambiarla por su cuenta y riesgo. El ahínco con el que insistió tras la victoria en que España es una “país plurinacional” demuestra hasta qué punto es rehén de sus compañeros de viaje. Además, si algún día llega la hora de cumplir todas sus promesas de índole social también se le verá el cartón: o no las cumplirá o desequilibrará las cuentas de tal manera que la situación económica acabará repercutiendo negativamente en la vida del conjunto de la sociedad, incluidos sus votantes, como le ocurrió a Zapatero. No olvidemos que son los tipos que fueron a asesorar al gobierno de Venezuela y qué frutos han dado allí esos consejos.

El PSOE también tiene un dilema tremendo. Como hemos visto, quien se acerca a Pablo Iglesias acaba perjudicado, cuando no fagocitado. Si no se atreve a dar el paso, malo porque le acusarán de haber permitido que continúe la derecha. Y si tira por la calle de en medio, puede olvidarse de recoger la bandera de la moderación definitivamente. En su seno hay voces que presionarán para hacer una gran coalición con el PP, antes que echarse en manos de los nacionalistas y la izquierda anticapitalista. La división interna puede ser tremenda.

¿Y qué decir del PP? Tuvo la oportunidad de darle la vuelta a este país para regenerarlo de verdad, aunque eso le costase inmolarse. Controló durante tres años el poder local, autonómico y nacional, además del poder ejecutivo, legislativo e incluso judicial para acometer una poda de los numerosos e innecesarios niveles administrativos cuyo sostenimiento ahoga a los contribuyentes. Pero no se atrevió y prefirió recortar y subir impuestos, que la clase media trabajadora no le ha perdonado. La corrupción ha hecho el resto.

En otros países, donde no tienen la costumbre de refregarse los muertos de una guerra civil que sucedió hace 80 años, donde no se vota pensando en un partido como si fuera tu equipo de fútbol, lo mismo había una salida. Lo mismo se podía pensar en una gran coalición PP-PSOE, como en Alemania, para demostrar a la ciudadanía que los partidos tradicionales también saben pactar y pensar en lo que une, más que en lo que separa, cuando la aritmética no permite otra salida. Lo mismo hasta se podía pensar en colocar de presidente al candidato del nuevo partido de centro, apoyado y fiscalizado por la derecha y la izquierda más moderadas, con un programa mínimo común de regeneración de las instituciones, reforma de nuestro modelo productivo e impulso de un plan social para quienes lo están pasando peor por la crisis. Y ya la leche sería que fuéramos capaces de dejar gobernar en minoría a la lista más votada, sea cual sea, obligándola a pactar cada ley con los diferentes partidos. Sin rodillo de uno, pero sin boicot sistemático de los demás. Pero estamos en España y aquí todo es blanco o negro, aunque la situación del país siga siendo crítica y ninguna receta en solitario pueda dar con la solución. Puede que nos esperen meses de negociaciones infructuosas y más empacho político. Ya no sabemos apañarnos con el bipartidismo, pero tampoco sin él. Será mejor coger fuerzas al calor de la familia. Feliz Navidad.