El que resiste siempre gana

Cuando caes, te quedas jodido. Pero a poco que tengas un mínimo de carácter, lo vuelves a intentar. El problema viene cuando vuelven a romperte los morros una segunda vez, cuando creías que ya te habías repuesto del primer golpe. Ahí, llegados a esa frontera, la mayoría de los mortales se sienten como Sísifo, aquel mito griego condenado a empujar una enorme piedra hacia la cima de una montaña para que siempre, irremediablemente, la roca se le escapase de las manos para salir rodando cuesta abajo, cuando estaba a punto de coronar la cima. Pocos son los sísifos de carne y hueso capaces de ir a por la piedra una y otra vez sin tirar la toalla.

Hace un año, un tipo de Vitoria, un tipo normal sin glamur ni marketing, al que basurearon hasta decir basta antes de contratarlo (“era un don nadie”) y a la hora de contratarlo (“lo traemos porque no queremos gastarnos dinero en uno mejor”) apareció con los ojos enrojecidos en una sala de prensa. El Real Madrid de baloncesto había perdido por segunda vez consecutiva la final de la Copa de Europa. La entidad llevaba dos décadas intentando conseguir el título y cada vez que caes en ese deporte da la sensación de que el perdedor deberá esperar muchos años hasta volver a tener la oportunidad de redimirse. Pablo Laso no podía ocultar la rabia que sentía y era consciente de que trabajaba en un club que usa a las personas como si fueran pañuelos de papel. Sin embargo, Laso se marcó una machada. Miró a los periodistas que tenía enfrente y dijo: “que nadie dude que este equipo volverá a estar en esta final el año que viene… y que la ganará”.

Esas palabras, que en el momento de ser pronunciadas sonaban a locura, a deseo desesperado más que a posible realidad, son lo primero que he recordado al ver al Real Madrid de Pablo Laso levantar la Copa de Europa de  baloncesto. Puede que no te guste el baloncesto y puede que no te alegres de los triunfos madridistas, pero de esa hazaña deportiva pueden extraerse muchas conclusiones positivas y, sobre todo, inspiradoras para el día a día de los paisanos que transitamos por este mundo de locos.

¿Quién no ha sido ninguneado o no valorado convenientemente alguna vez en el trabajo o cualquier otro ámbito de la vida? El ejemplo de Pablo Laso demuestra que quien resiste gana. El que vale sólo tiene que seguir apretando y esperar su momento.

El momento… ¿Cuántas veces no hemos escuchado eso de “se te pasó el arroz” o “ya es tarde para cambiar”? Si eso fuera cierto al “Chapu” Nocioni no se le hubiese ocurrido enrolarse en un equipo que ya había perdido dos finales para, a sus 35 tacos, jugarse el todo por el todo para conseguir la Euroliga antes de retirarse. Su ardor guerrero y la confianza en sí mismo son una guía para cualquiera que esté pensando en dar un giro al timón de su vida mientras el resto se empeña en llamarle viejo.

Eso sí, cuidado con darle al timón tan fuerte que se descontrole o que acabe dando una vuelta completa, de manera que acabes en el mismo sitio que comenzaste. A diferencia del fútbol, Florentino Pérez no mete tanta baza en la sección de baloncesto y deja hacer a los que saben. La continuidad del técnico, del grupo y la política de fichajes adecuada han obrado, oh sorpresa, el milagro del éxito.

Lo de Pablo Laso y sus muchachos nos recuerda que en la vida los giros drásticos deben ser de 180° y no de 360, como se escucha decir cada vez a más informadores de los que hablan antes de pensar. Puede que no te guste el basket y puede que no te caiga bien el Madrid, pero hay historias que son un soplo de esperanza. Ejemplos que reconfortan, si los sabemos observar con los ojos adecuados. Y si encima sus protagonistas son gente sana, que no va a comprar el pan en un Lamborghini, ni siente la necesidad de mostrar sus abdominales cada vez que meten una triple, miel sobre hojuelas.

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