Dices tú de pragmatismo… Pues en La India no se andan con tonterías. Una boda celebrada en Uttar Pradesh nos ha venido a recordar una de las reglas de oro de esta vida: a las bodas hay que ir con los calzoncillos limpios, aunque vayas de invitado de segunda fila, por lo que pueda pasar. Cuando el novio encaraba el altar y consumía sus últimos segundos como soltero, le dio de repente un apechusque y se desmayó. Pasados unos minutos de confusión, la familia del muchacho confesó que padecía epilepsia y que no se lo habían querido confesar a la novia por si decidía no casarse con él.
¿Qué hizo la novia? Darle la razón a los familiares: “efectivamente, yo no me caso con un epiléptico, pero ya que hemos pagado el convite, yo de aquí salgo casada”, vino a decir la pragmática joven que, ni corta ni perezosa, mandó llamar a un convidado a la ceremonia y le propuso casarse con ella hic et nunc, que dirían los romanos. Ríete tú de los realities que hacen ahora en España…
Claro que en La India también es recomendable ir con las tablas de multiplicar aprendidas. Otra novia que iba a casarse en Rasulabad, para más señas, se quedó con todo al mundo al hacer al novio una pregunta en alto que no venía al caso: “¿Cuántas son 15 más 6?” El muchacho, que debía ser de la versión india de Mujeres, Hombres y Viceversa, frunció el entrecejo y dijo: “17”. La novia se giró hacia los invitados y explicó que ella no iba a casarse con alguien que no era capaz de hacer una suma mental tan sencilla. Así que se recogió el vestido y se piró, con la parsimonia de quien toca una canción de Anni B Sweet con el banjo.
Si en España fuésemos tan exquisitos como esa novia de La India, aquí no se casaba ni el Tato. Hace años que el sistema educativo y el uso de las calculadoras acabaron de atrofiar la mayoría de las mentes. Para qué hacer el esfuerzo de calcular, si tienes una maquinita que lo hace por ti. Pero, ¿y si no tienes la maquinita a mano? ¿y si se le acaban las pilas? “Eso es imposible”, suelen contestarte. Vivimos rodeados de tecnología y cuando no tengas la calculadora a mano, tendrás el móvil, que también tiene calculadora.
Somos una sociedad tecnificada y no miramos atrás. Sin embargo, paradójicamente, cada vez miramos más a los lados. Pedagogos y psicólogos insisten en el creciente déficit de atención que nos aflige. Recibimos tantos inputs, que si el Twitter, que si el Facebook, que si los anuncios interactivos, que si la bandeja de entrada del correo electrónico… Nuestro entorno nos obliga a mirar cada vez a más lugares cada pocos segundos, de manera que, si la calculadora atrofió nuestro calculo mental, las nuevas tecnologías de la información están atrofiando nuestra capacidad de concentración.
La verdad es que la mayoría tienen una fe ciega en la tecnología, aunque a algunos nos sorprenden algunas paradojas. Esta semana Apple ha presentado su Apple Watch. Un reloj de la leche, con todas las aplicaciones de un smartphone y más. Y, como diría el chiste, hasta da la hora. Eso sí, en modo normal sólo funciona 18 horas, por lo que hay que recargarlo. Así que tenemos un reloj que sólo le falta hacerte unas lentejas con chorizo, pero al que le cuesta darte la hora como no le des “cuerda”. ¿Será una metáfora de los tiempos que corren?