Cuando te despides de Ángela caes es la cuenta de que tienes un paseo hasta el coche. Es la primera vez que visitas la sede del Centro Universitario Villanueva en Mirasierra y no quisiste arriesgar. En cuanto el GPS te dijo que más o menos habías llegado al destino aparcaste en el primer hueco libre. Demasiado coche por todas partes. Los alumnos ya se conocen el percal y algunos estacionan incluso a pocos metros del ceda que te mete de lleno en la autovía de Colmenar.
De repente te acuerdas de aquel Opel Vectra de segunda mano que tu padre te dejaba para ir a la facultad. Le fallaba el carburador y un día te dejó tirado en medio de Barcelona cuando ibas a entrevistar a un doctor con una cámara Betacam que te habían prestado en la asignatura de televisión. Tuviste que llamar a la grúa para que recogiese el Vectra y al doctor para decirle que ese día no ibas a poder hacerle la entrevista de mentira que jamás se emitiría en una tele de verdad…
Todavía no has llegado al coche y la sonrisa socarrona se te borra de golpe cuando te viene otro recuerdo muchísimo más inmediato: “Joder, me han llamado de usted”. No hay nada como ponerte delante de un grupo de estudiantes de tercero de Periodismo para darte cuenta de que la vida pasa. Te acuerdas de aquel chaval que iba al campus de Bellaterra en el Vectra y no puedes evitar sentir empatía por los muchachos a los que has dado la matraca durante media hora larga. ¿O ha sido más? La verdad es que has perdido un poco la noción del tiempo. Era mucho lo que les querías contar para que no caigan en los errores en los que tú caíste y en los que siguen cayendo muchos becarios recién aterrizados en las redacciones.
Está el espabilao’ que se cree que ya lo ha aprendido todo antes de empezar a vivir; está la pavita que se queda a cuadros cuando le dicen que las “prácticas de verano” implican, efectivamente, que va a trabajar todo el verano; está el empollón que se sabe de pe a pa la vida de Adorno y Horkheimer, pero al que le falta sangre en las venas para colocarse el primero en los canutazos del Congreso (ponerle la grabadora en los morros al político de turno para que se oiga bien pero sin romperle un diente es toda una ciencia); está la tímida que, siendo superválida, pasa desapercibida porque no es capaz de exigir que le den trabajo y la formen (que para eso están las prácticas)…
Les explicas que deben evitar todo eso, que tienen que ser humildes pero confiando al cien por cien en ellos mismos; que huyan de los pesimistas profesionales que les recordarán machaconamente que el periodismo está muy mal. A mí y a muchos de mi quinta ya nos dijeron que no seríamos periodistas, y aquí estamos. En esta vida, si deseas algo con todas tus fuerzas y te dedicas a ella con verdadera pasión, muy mal se tienen que dar las cosas para que no te salgas con la tuya.
Superado el debate sobre si lo que están estudiando les dará de comer o no, surge el espinoso asunto de la manipulación. “¿Qué le parece a usted (y dale con el usted) el caso de Canal 9 y la polémica sobre la manipulación en las televisiones autonómicas?”.
Buena pregunta, chaval. A estas alturas de la película, a estos jóvenes ya les ha quedado claro que vivimos en un país cainita. Ya nadie se extraña de que haya tertulias donde el moderador coloca a tres señores a un lado y a otros tres al otro, dando por sentado que responden a una ideología determinada y que se van a gritar los unos a los otros. Y puede que, quitando los gritos y el agit prop al que se llega en ocasiones, tenga que ser así. Los medios privados pueden tener una ideología siempre que no la pretendan ocultar de forma hipócrita y que no comentan un pecado mortal: faltar a la verdad.
¿Pero y los medios públicos que pagan los contribuyentes? Ahí el proselitismo debería estar prohibido. Esos medios deberían nutrirse de esos tertulianos a los que cuesta ubicar a un lado u a otro de la mesa, no por melifluos o bienquedas, sino porque no tienen miedo a dudar. Y deberían asentarse en periodistas que no se callen la manipulación durante años y sólo la denuncien cuando se quedan sin trabajo, como han hecho algunos en Canal 9. A los alumnos que hoy han tenido la bondad de escucharme les he puesto como deberes que piensen que harían ellos en ese caso. ¿Valentía? ¿Prudencia en pos del sueldo que da de comer a tu familia? ¿Oportunismo a toro pasado?
Arrancas el coche para volver a casa. De la respuesta que encuentren esos chicos dentro de ellos mismos dependerá el periodismo que ha de venir. Seguro que serán periodistas. Y puede que lo hagan bien. Ojalá.