Una década no es nada

No falla. Llega el mes de julio y es ponerse todos los cáncer a cumplir años. Sé que los horóscopos de los periódicos los escriben los becarios y que hay mucho caradura viviendo de la astrología, pero siempre me ha fascinado cómo encaja la definición de mi signo del zodiaco con mi carácter y el de la gente que nació por esta época del año. Será casualidad, pero lo clavan. Mi amigo Javi ha cumplido años y ha vuelto a hacer la misma broma de cada aniversario, la que siempre reímos sin ganas: “tengo 37, pero aparento 36”. Éste será de los que hay que sacar a emborrachar cuando cumpla los 40 y someterle a vigilancia para que no caiga en la temida regresión pseudoveinteañera, que tanta vergüenza ajena provoca en propios y extraños. Le agobia hacerse mayor y lo de los tacos que aparenta lo dice medio en broma, medio en serio.

relojYo tengo la teoría de que un año no es nada. La verdadera medida del paso del tiempo para una persona la da una década. El que no me crea que busque fotos de sí mismo y de los demás. A mí, hace unos días, me golpeó una de esas imágenes vía WhatsApp. Boda pretérita, con compañeros de trabajo que ya no trabajan en la misma empresa, solteros que ya están casados, flequillos donde ahora hay entradas, barbas oscuras, donde ahora asoman las primeras canas… Y en medio yo, con una cara de niño que tira para atrás.

El calendario es un notario silencio que guarda en secreto aniversarios de baja intensidad, de esos que, normalmente, nos pasan desapercibidos. Sin que lo sepamos, puede que hoy se cumplan tantos años del día en que nuestra madre nos dejo en la puerta del colegio por primera vez; de aquella tarde en la que tu padre te soltó y anduviste solo con la bici, sin la ayuda de los ruedines; de aquella excursión en la que te declaraste a una chica por primera vez… Pedacitos de una vida que configuran un puzzle interesante, con el que se explica en voz baja el misterio del ser humano.

Yo he tenido la suerte de tropezarme, casi por casualidad, gracias a una mudanza, con el billete de avión que custodiaba una caja de cartón: Barcelona-Madrid, julio de 2006. A lo tonto, a lo tonto, se ha cumplido toda una década desde que me lié la manta a la cabeza. Cuando te llama el director de informativos para que vayas a trabajar a la capital, no te puedes negar. Si te quedas en el terruño, te arriesgas a que siempre te persiga una pregunta: “¿Qué hubiera pasado si me hubiese ido?” Al final, uno coge y se monta en el avión, aunque sólo sea por curiosidad.

Luego piensas en las ucronías y descubres que, en realidad, la pregunta siempre va a estar ahí, perfectamente vigente, pero a la inversa: “¿qué hubiera pasado si te hubieras quedado?”. En la película Dos vidas en un instante reflexionan sobre lo que puede llegar a cambiar el cuento de una vida, por el simple hecho de coger un tren o perderlo y esperar al siguiente. Lo bonito de esto es que nunca lo sabremos. Sólo disponemos del presente y la promesa del futuro. El presente para un servidor son diez años haciendo radio con algunos de los mejores en la ciudad donde se cuecen las cosas importantes y una familia con la que ni soñaba cuando hice el petate. Sólo por eso han merecido la pena las penurias en esta Madrid que, antes de adoptarte, se muestra más dura que el adoquín para ponerte a prueba.

Lo bueno del camino recorrido es que nos pertenece, con más intensidad que cualquier bien material que podamos poseer. Son nuestros aciertos y nuestros errores, nuestros sueños y nuestros miedos. Nuestro camino. Nuestra bandera. Cuando uno entiende que el ser humano es dueño de su destino, lejos de afligirse debe alegrarse. Siempre hay margen para perseverar en el acierto o cambiar la dinámica del error. ¿Quién sabe cómo saldremos en la foto de dentro de diez años? Como diría Eduardo Galeano, hay que seguir viviendo, aunque sólo sea por curiosidad. El no saber lo que nos depara la vida es lo que le da emoción a esto. En fin, que Dios nos dé lucidez para coger o dejar pasar lo trenes que vengan. Pensemos que lo mejor siempre está por venir. Feliz verano a todos.