Este país está pidiendo a gritos una semana en una casa rural sin wifi ni cobertura móvil. Hay inputs, qué quieres que te diga, para los que el cuerpo humano no está preparado. Que Jerez, ciudad estilosa a cuyos bigotes señoriales cantaron Los Delincuentes, tenga una alcaldesa que se pasea, bastón de mando en mano, con los dedos pequeños de los pies por fuera de la sandalia, como si de dos cuernecillos se tratara, debe significar algo.
Los pies de doña Mamen Sánchez deben ser el anuncio de algo diabólico, algo chungo de verdad a lo que apenas sí comenzamos a ver los hocicos. O puede que no, puede que se nos esté yendo la mano. Bien pensado, doña Mamen es una política pragmática y sin complejos que demostró saberse adaptar a las circunstancias: “que no me caben los dedos, por mucho que los apretuje… ¿ahora voy a andar yo cambiando de ropa o de calzado? A tomar por el chirri… uno por aquí, el otro por allá, y ya está… Ahora sólo tengo que vigilar de no tropezarme con la pata de una mesa o una silla…”.
Vivimos en una sociedad crecientemente desinhibida, donde la falta de pudor es un punto a favor. La chonización del vestir es un proceso que viene de lejos. Las lorzas, las rajillas del culo a la mínima que uno se agacha y las camisetas con mensajes picarones en inglés, portadas por señoras maduras que no saben inglés, ya son un clásico costumbrista. En esto, especialmente, el verano hace estragos… Claro que nos hemos acostumbrado. A fin de cuentas, estamos en democracia y cada uno con su cuerpo hace lo que quiere. Además, existe el miedo a que te llaman remilgado, pijo o elitista… Así que, con no mirar, se acaba el problema.
Lo fastidiado es cuando la falta de pudor llega al cerebro, a cómo interpretamos la realidad como cosa colectiva. Hay muchachos desinhibidos que jamás pensaron ocupar un cargo público y, con esa mala leche que les han inoculado de pequeños, se han convertido en cinturón negro de sectarismo. Que estoy a favor de los palestinos, me río de los judíos que fueron asesinados en el Holocausto, remarcando que todos cabrían en el cenicero de un Seat Seiscientos; que me hace tilín ETA porque mataba a Guardias Civiles, me descojono de las mutilaciones que sufrió Irene Villa cuando era una cría, pero si lo hago riéndome de paso de las niñas de Alcàsser a las que arrancaron los pezones con alicates antes de morir, mejor todavía.
La desinhibición mental ha encontrado en las redes sociales un altavoz para el ruido, para que las gilipolleces que antiguamente decía un payaso ante su coro de palmeros, lleguen ahora a las cuatro esquinas del planeta y acaben saliendo a nuestro paso, aunque no queramos, agrediéndonos como ciudadanos. Agrede Guillermo Zapata ocupando el cargo de concejal de “Cultura” de Madrid, habiendo dicho las barbaridades que ha dicho. Y agrede Pablo Soto ocupando otro cargo de concejal tras haber propuesto el asesinato de Gallardón, siguiendo la metodología del asesinato de José Calvo Sotelo. Para los analfabetos funcionales que se lanzan a Twitter sin haber abierto un sólo libro en su vida que no confirmase previamente sus tesis sectarias, Calvo Sotelo fue el líder de la oposición asesinado a sangre fría por la mismísima policía de la República, provocando el comienzo de la Guerra Civil. Bromear con eso es impropio de alguien que pretenda ocupar un cargo público. Ahora ha dicho el señor concejal que siente haber propuesto aquel asesinato en un tuit, que “a aprender y a seguir para adelante”. Pues no, chato, a cobrar un sueldo público se viene ya aprendido. El máster te lo pagas tú, si no te importa…
Muchos ciudadanos seguimos trabajando por un sueldo modesto, sin insultar a nadie y sin esperar que nadie nos saque las castañas del fuego. Ni los chorizos que había antes, ni los asilvestrados de ahora. La gente corriente, la gente que mantiene este chiringuito a base de madrugones e impuestos, se ríe por no llorar de quienes aseguran que hemos cambiado a unos sinvergüenzas por unos santos impolutos. Aquí sigue habiendo lo mismo de siempre. Es el sino de esta España nuestra. Mucho ruido, mucha gilipollez, mucho doble rasero y mucha miseria moral. Bien nos vendría a todos un buen descanso, porque los de arriba, lleven la camiseta que lleven, nos van a seguir jodiendo. Afortunadamente, ya queda poco para el verano para desconectar, ni que sea por unas semanas, de tanto ruido.