De Guatemala a Guatepeor

Este mes de octubre se han cumplido cinco años de un acontecimiento que marco un antes y un después en el tablero internacional, especialmente en el norte de África. Hace un lustro, el mundo asistió al linchamiento de Muammar el Gaddafi. Cuando fusilaron a los Ceaucescu en la Rumanía del 89 todo fue recogido por una cámara de vídeo. El linchamiento de Gaddafi, en cambio, tuvo lugar en la era de los móviles. Por eso en Youtube pueden encontrarse todo tipo de planos y perspectivas de cómo los rebeldes, que se levantaron en 2011, golpearon y pusieron de rodillas al dictador de Libia. Lo primero que impactó fue ver ensangrentado y desprotegido, desorientado tras salir de la tubería en la que se escondía, al hombre que gobernó Libia durante más de 40 años, como si fuera su cortijo. Sus haimas, su coquetería, su pistola de oro… todo quedó reducido a un hombre aterrado, que pedía clemencia, mientras le apuntaban con una pistola en la sien. Luego llegaron los golpes, las patadas, el palo con el que fue sodomizado y, finalmente, su cuerpo inerte, tras un disparo.

Libia es tierra de beduinos, un país de tribus y clanes, que Gaddafi supo unificar a su manera. Creó una satrapía, cruel con los opositores y oportunista con las masas, gracias al dinero del petróleo. El caudillo lo llamó Jamahiriya, el “gobierno de las masas”, una presunta democracia directa, sin partidos, que combinaba las matanzas arbitrarias con avances sociales. Las mujeres libias, por ejemplo, no tenían la obligación de llevar burka, ni de casarse contra su voluntad. La OTAN fue decisiva para acabar con aquel régimen, que estuvo silenciado durante décadas por sus coqueteos con el terrorismo internacional y que, paradójicamente, había sido rehabilitado en 2006. Hace apenas medio año, Estados Unidos admitió que en Libia no hay interlocutor. El gobierno reconocido apenas controla la parte oriental del país, mientras la capital, Trípoli, está en manos de una entidad rebelde que tampoco puede presumir de fortaleza. Y en medio de ese pandemonio, lo nunca visto… Al-Qaeda colaborando estrechamente con el Estado Islámico, a un par de centenares de kilómetros de Europa.

libia_mapaEn las costas de Libia fueron decapitados una veintena de cristianos, de forma salvaje. Los últimos bombardeos internacionales han debilitado a los yihadistas, pero los principales servicios de inteligencia han llegado a cifrar en seis mil los efectivos islamistas, que acuden como avispas a la miel del petróleo y la cercanía con la Unión Europea. Libia se ha convertido en un refugio para los combatientes que huyen de la presión en Irak y Siria. A la fiesta del caos se suman las mafias que trafican con los inmigrantes. Tan sólo en lo que va de año, más de 52 mil personas han huido de las costas libias, tras ser maltratadas y desplumadas. Los más afortunados pasan un infierno a través la ruta africana hacia Europa, pagan todo lo que hayan podido ahorrar, el esfuerzo de familias enteras que han dejado atrás, y se suben a embarcaciones infames, donde se compran más papeletas para morir ahogado que para alcanzar tierra. Hace cinco años, volvimos a caer en el buenismo occidental, sin aprender de los errores de Irak. Hace un lustro, Libia salió de Guatemala para entrar en Guatepeor. Y los europeos que hacemos frontera en el sur lo hicimos con ellos. La bomba está más cerca de la vieja Europa de lo que hay entre Madrid y Valencia.