El puente de la Constitución y el adivino que predijo lo que pasaría

Ha vuelto a ser lunes. Lunes al sol para el que no tiene curro y lunes anodino para el que lo conserva a pesar de las rebajas de sueldo y las amenazas de despido. Lo bueno es que este lunes nos anticipa una semana más corta. El viernes es 6 de diciembre y habrá puente. Aprovechen, porque 2014 se presenta muy mal para los amantes del dominguerismo y el disfrute de acueductos.  El peaje a pagar: que nos volverán a dar la brasa con el aniversario de la Constitución. Nos volverán a hablar de la Transición, nos volverán a poner la música del “Libertad, libertad, duduá, duduá…”, y algunos nos volverán a contar lo excitante que era correr delante de los grises.

35 años tiene ya la carta magna, y, la verdad, no le pilla en el mejor momento. Me pregunto qué hubiesen pensado los impulsores de la Constitución del 78 si un adivino de estos que te leen el futuro a través de la llama de una vela les hubiese anticipado el panorama. ¿Se imaginan la escena?:

ADOLFO SUÁREZ: “Caballero, en este trascendental momento de la historia de España nos gustaría anticipar qué nos depara el futuro como nación. ¿Qué será de los españoles dentro de 35 años?”

ADIVINO: “Pues vamos a ver cómo se lo explico yo… ¿Seguro que quieren saber?”

MANUEL FRAGA: “Al grano, joven, al grano. ¡No me sea cretino!”

ADIVINO: “Pues nada… En España hay seis millones de parados. Así, como suena. Veo a un tío que le llaman Paco Telefunken que se niega a cerrar Canal 9. Pero, vamos, que al final la cierran…”

JORDI SOLÉ TURA “¡Un ataque a la libertad de expresión y a la lengua propia de las nacionalidades históricas!”

ADIVINO: “Qué va, más bien que no hay pasta porque los que mandan se la han fundido de mala manera”

SANTIAGO CARRILLO: “Me lo temía… 35 años después y las castas dirigentes siguen negando el pan a la clase trabajadora”

ADIVINO: “Bueno, dinero ha habido. Lo que pasa es que en 2013 la gente está pagando los excesos de años anteriores. Antes de 2008 veo a españoles enloquecidos que pagaban 50 millones de pesetas por un piso pestoso en un barrio pestoso. Veo a gente que pedía un préstamo para irse de vacaciones… Por alguna extraña razón los españoles llegaron al convencimiento de que un ladrillo era como un lingote de oro”

CARRILLO: “La banca y el capital seguro que incitarán a la cándida clase trabajadora a gastar y gastar para luego caigan en sus garras. Deberemos redoblar el esfuerzo de los sindicatos para defender al trabajador”

ADIVINO: “Uy, de sindicatos mejor no me hable. Les veo comiendo marisco y bebiendo fino en la feria de Sevilla con el dinero público. Sí, sí… veo mucha imaginación con las facturas falsas y el despilfarro del dinero destinado a los parados”

GREGORIO PECES BARBA: “En todo caso, seguro que la socialdemocracia que representa el PSOE habrá moldeado el país a mejor”

ADIVINO: “En general, parece que hemos avanzado. Ya no somos un país tan gris. A Felipe González y a Alfonso Guerra sí que les ha ido bien.  Les veo viviendo en barrios nobles de Madrid.  Felipe trabaja para un mexicano muy rico, de hecho, es el más rico del mundo.  Veo a otro futuro expresidente socialista tumbado en una hamaca…”

PECES BARBA: “¿Cómo se llama?”

ADIVINO: “Zapatero… Rodríguez Zapatero”

PECES BARBA: “No me suena”

ADIVINO: “Pues le sonará porque precisamente él será el primero en cuestionar la Transición. Hablará mucho de su abuelo republicano y vendrá a decir que lo que habéis pactado aquí es una caca y que hay que ir más allá”

CARRILLO: “¡Como debe ser!”

ADIVINO: “Desde luego, el Zapatero éste tiene tela… En 2004 recibe un país con superávit y en 2010 lo deja hecho unos zorros. Veo un cheque bebé que aparece para ganar las elecciones y que a los pocos meses desaparece. Veo un libro. Un libro en el que reconoce que no se atrevió a pinchar la burbuja, que no supo ver la crisis…”

FRAGA: “¡Qué descaro, joven!”

ADIVINO: “Bueno, don Manuel, la derecha también tiene lo suyo. Veo a un extesorero en la cárcel. Veo a un presidente de barba, paisano suyo, de aparente pachorra pero que las mata callando. Promete que bajará los impuestos pero luego hace lo contrario. Se justifica diciendo que no tiene más remedio, pero tiene un ministro de Hacienda…”

FRAGA: “¿Qué le pasa al ministro ese?”

ADIVINO: “Pues que, con el 80 por ciento del país pasándolas canutas, coge y dice públicamente y sin pestañear que los sueldos están subiendo.  Y el tío se descojona…”

MIQUEL ROCA: “Una pregunta: ¿qué pasará con Cataluña?”

ADIVINO: “La familia Pujol sale en la prensa por presuntos casos de corrupción. Cuentas en Suiza, comisiones, tratos de favor. Cuando se ven acorralados, desprecian a la justicia española e impulsan un proceso independentista. Estos no cierran su tele autonómica. Prefieren cerrar hospitales y colegios…”

SUÁREZ: “Oiga, y con ETA… ¿qué pasará?”

ADIVINO: “Al final, los asesinos desisten, pero se niegan a aceptar la derrota. El Estado les dará una salida honrosa. Veo partidos proetarras en las instituciones. Veo etarras que ríen al salir de la cárcel”.

GABRIEL CISNEROS: “¿Pero eso cómo puede ser?”

ADIVINO: “Todos ustedes cometerán un error: suprimirán la pena de muerte pero sin modificar el resto del código penal hasta dentro de muchos años. Eso beneficiará a terroristas, violadores y asesinos que estarán en la cárcel mucho menos de lo que debieran”.

MIGUEL HERRERO Y RODRÍGUEZ DE MIÑÓN: “Qué desastre…”

ADIVINO: “Veo a un violador y asesino en un hotel de Madrid. Es coautor de un crimen horrendo. Le protege una productora y se especula con que le van a entrevistar en la televisión a cambio de dinero. Dentro de 35 años, algunos programas de televisión dejarán mucho que desear…”

SUÁREZ: “¿Sabe qué le digo?  Creo que ya no quiero seguir escuchando. Muchas gracias por sus servicios”.

ADIVINO: “No hay de qué. Por cierto, harían bien en consensuar un buen modelo de educación. Muchos de los problemas serán consecuencia de la falta de consenso en esa materia. En fin, señores, que pasen un buen día”.

No sabemos qué habrían hecho los padres de la Constitución de escuchar a un adivino certero hace 35 años. Seguramente habrían aprobado igualmente la Constitución y, seguramente, habría valido la pena. Pero no cabe duda de que seguimos teniendo muchísimo que mejorar para tener una democracia con lustre. Feliz día de la Constitución.

El Rey y el Príncipe, cuestión de miedos y confianzas

Pues sí, al Rey le van a operar otra vez. Ni siquiera cuando eres el Jefe de Estado, te traen a los mejores médicos y reservan para ti toda una planta de un hospital te libras de que algo salga mal.

El caso es que volvemos a estar metidos en esa polémica, cada vez más recurrente, de si Juan Carlos I debe abdicar a favor del Príncipe o aguantar al pie del cañón hasta el final de sus días.

Tremendo dilema del que, en los últimos tiempos, recuerden, no se libró ni el Vaticano.  La Iglesia nos mostró hace unos años la determinación de Juan Pablo II de ejercer el ministerio de Pedro hasta el último momento. Lo hizo alegando, entre otras cosas, que era una manera de dignificar a los ancianos en esta sociedad del usar y tirar, en la que a los viejecitos y los enfermos se les esconde en un rincón como si ya no fueran agradables a la vista. A muchos católicos y ciudadanos del mundo aquella reflexión del Papa polaco nos pareció tremendamente enriquecedora.  Sin embargo, luego llegó Benedicto XIV y, con argumentos igualmente sólidos y respetables, decidió renunciar en un gesto casi sin precedentes.  Esgrimió el Papa alemán que su avanzada edad le impedía ejercer su ministerio con la intensidad que requería y que, tras mucho pensarlo y consultarlo con Dios, había decidido hacer un ejercicio de honestidad.

¿Quién tenía la razón?  Pues posiblemente los dos a su manera, sobre todo, porque la Silla de Pedro es un cargo muy especial rodeado de una espiritualidad que no tiene ninguna jefatura de Estado al uso.  Pero, entonces… ¿qué pasa con el Rey de España? ¿Debe Juan Carlos apuntarse al estilo Wojtyla o al estilo Ratzinger?

El Rey no es ni polaco, ni alemán y tampoco es el líder de una comunidad de creyentes.  Lo suyo es ejercer como Jefe de Estado de una monarquía parlamentaria. Una monarquía curiosamente como Holanda, donde la Reina Beatriz no ha tenido ningún problema en decir algo así como “yo ya estoy mayor, me merezco descansar un poco y mi hijo, que se ha estado preparando desde que nació y que ya no es ningún chaval, se merece un poco de confianza”. Paradójicamente, los dos monarcas, el holandés joven y el español veterano, coincidieron la semana pasada en La Zarzuela.

Pues dicen desde la Casa del Rey que don Juan Carlos es de los que piensan ejercer hasta el último día. Los que defienden esta opción utilizan varios argumentos. El más convincente es que justo ahora, precisamente ahora, no es el mejor momento para que un país con una crisis económica, territorial e institucional como sufre España se meta en el jaleo de cambiar de Jefe de Estado. El otro argumento da por hecho que los sectores republicanos/antimonárquicos/separatistas aprovecharían el relevo para intentar desestabilizar el edificio constitucional para acabar desembocando en una idea: Felipe de Borbón todavía no está preparado para ese envite. O como dicen algunos: “Todavía no es su momento”. Pues eso es harto discutible. Más que nada porque cuesta creer que un señor que tiene 45 años, que se ha pasado la vida formándose para ser Rey, que colecciona idiomas y licenciaturas, y que, por saber, hasta pilota aviones de combate no esté preparado para ejercer el oficio.

En el fondo, tanto miedo al cambio sólo sirve para dañar la imagen de España como país y de la Monarquía como institución. Hace daño porque denota miedo y falta de confianza, cuando lo que se necesita ahora mismo es confianza. Confianza y compromiso con el futuro. En el fondo, uno de los factores que subyacen aquí tiene que ver con la manía de todas las generaciones de creerse indispensables. Y, precisamente, si hay una generación a la que le está costando horrores pasar el testigo, aunque sea de forma gradual, esa es la generación del Rey. Los que nacieron en la dictadura, protagonizaron la Transición y diseñaron la España del café para todos, que disfrutamos/padecemos hoy en día, no acaban de confiar en sus hijos.

“Vosotros no sabéis de dónde veníamos y lo que costó conseguir lo que tenemos”. Con esa frase lapidaria muchos padres han querido zanjar más de una discusión con sus hijos nacidos y criados en Democracia. La generación nacida en los 70 y comienzos de los 80, a lo tonto a lo tonto, se ha plantado en la edad adulta, tiene hijos y lleva años ocupando cargos de responsabilidad en el mundo laboral.  Esa generación, a diferencia de sus padres, no entiende que el sistema judicial de este país esté controlado de facto por el poder legislativo, que la Democracia en mayúsculas haya degenerado en una partitocracia donde destacan los enchufados y mediocres o que aquí nadie dimita por corrupto. No lo entiende porque ha nacido en democracia y no arrastra ningún complejo de la dictadura. Ha viajado al extranjero con y sin becas Erasmus, ha convivido, competido y ganado a sus colegas de otros países y de tonta no tiene un pelo porque ha recibido una formación académica como no ha habido otra.

El abismo generacional que empieza a percibirse ha vivido un episodio curioso con el reciente debate de las pensiones.  La generación del Baby Boom, instalada en una cierta autocomplacencia autista, permitió hace años que sus hijos cobraran menos que ellos. Pero no contenta con eso, pretendió que ese ejército condenado al mileurismo les pagase durante las próximas décadas sus pensiones de 2.000 euros. La reforma de la jubilación ha empezado a despertarles de su Arcadia feliz…

La cuestión es que hay conocidos monárquicos como Luis María Ansón (nada sospechoso de querer cargarse la Corona) que en los últimos tiempos han hablado de la necesidad de un cambio generacional; la necesidad de que los jóvenes hablen y participen de cualquier reforma constitucional que pueda vivir este país y de cualquier debate que pueda surgir en torno a la Monarquía.  Ambas, si realmente quieren tener futuro, deberán tenerlo de la mano de esa primera generación que ha parido la democracia.

La España de las Autonomías fue un gran logro y ha tenido más cosas buenas que malas. Pero nadie puede negar que le han salido grietas. Y esas grietas no las pueden tapar (por lo menos, no en solitario) los que sienten que el simple hecho de hablar de grietas supone cuestionar todo su esfuerzo vital por construir el edificio.

Posiblemente, el relevo entre el Rey y el Príncipe simbolizará el abrazo entre dos generaciones: la que inició algo grande y la que está llamada a completar la obra y llevarla a su plenitud.

Los que no tuvimos que sufrir la dictadura no debemos olvidar el 23F ni la lección que nos dio Wojtyla. No debemos caer en el error de denigrar a Juan Carlos I y tirarle a la basura simplemente porque tenga problemas de salud.  El sentido común dice que,  hasta que no se aclare el caso Noos y el problema catalán, lo mejor es que pase otra vez por el taller y aguante el tirón.  Pero si de momento no se produce su relevo, que sea, efectivamente, porque justo ahora no está el horno para bollos. Pero, por favor, que nadie diga que el Príncipe no está preparado.

Y si en este país no hay cambios para mejorar, que sea porque hay una generación que, habiendo tenido muchos aciertos, sigue sin querer reconocer sus errores. Pero, por favor, que no digan que no hay una generación de españoles ahí fuera preparada y dispuesta a tirar del carro y mejorar lo que tenemos.  En definitiva, tanto en Zarzuela como el conjunto de España, hace falta menos miedo y más confianza.