Los hombres estamos hechos de materia contradictoria. Uno, al que de pequeñito le enseñaron las fábulas de Esopo, aprendió pronto a simpatizar con la hormiga y a repudiar a la cigarra holgazana y caradura. Cuando te dicen que cada español, incluyendo en esa media a niños y abuelos, hemos soltado ya 538 euros por barba para financiar a los griegos, que llevan años jubilándose antes y cobrando igual o más que nosotros, y que muchos griegos, no sólo pasan de pagar, sino que quieren seguir recibiendo ayudas sin cambiar su sistema (im)productivo, te dan ganas de hacerte ultra de la troika. No tienen catastro para hacer seguimiento de los impuestos que paga cada casa, los peluqueros se jubilan a los 45 años porque consideran que los tintes suponen un peligro laboral por su toxicidad, algunos presentadores de televisión también hacen lo mismo esgrimiendo el riesgo que implican los microbios de los micrófonos, su sector industrial es un desierto en el que apenas destacan las empresas dedicadas al queso, pero no quieren cambiar su “modo de vida” por “orgullo nacional”…
Nadie les obligó a entrar en la Unión Europea y ellos mismos falsearon sus cuentas para poder entrar, por lo que los motivos para que te salga el liberal luterano implacable cuando te mientan a los griegos son numerosos. Pero en ésas aparece el pobre Vasilis Metaxas, modesto jubilado ateniense de 70 años, y se te cae el alma al suelo. El gobierno de Tsipras y Varufakis anunció el domingo por la noche, y sólo a través de Internet, que los pensionistas que podrían sacar dinero del cajero en las primeras horas serían aquellos cuyos apellidos estuvieran, por orden alfabético, entre la letra A y la I. Vasilis pertenecía a la M, pero como buen abuelo analógico no se enteró de la medida. Al día siguiente hizo cola en medio del caos y el calor ateniense de julio para nada. El sofocón de Vasilis es el sofocón del pueblo llano que siempre sufre las cagadas y miserias de los que mandan. Ya sea en Bruselas o en Atenas.
Dejar de hacer el gilipollas pagafantas o seguir siendo solidario para no dar bazas a quienes quieren destruir el proyecto de paz y prosperidad más importante que ha tenido Europa en toda su historia. Difícil tomar partido por alguna de las partes en un asunto donde la contradicción y el cinismo reinan por doquier. Syriza habla de democracia al convocar un referéndum, cuando no deja de ser una medida cobarde con la que pasar el muerto al pueblo. El gobierno alemán se erige como guardián de la ética de esfuerzo, sin reconocer que fueron sus bancos los que prestaron a los griegos sin sentido crítico y que su interés inicial por no dejar caer a Grecia escondía el miedo a perder lo invertido. Por buscar contradicciones, las encontramos incluso dentro de casa. El ayuntamiento de Zaragoza ha colocado una bandera griega en el balcón como muestra de solidaridad con el pueblo griego. No le quisieron dar agua a los murcianos, argumentando que la ecología estaba por encima de la solidaridad, pero ahora algunos están dispuestos a que las familias españolas, muchas con problemas para llegar a final de mes, regalen dinero a los griegos en nombre de la solidaridad. Eso por no hablar de un gobierno que ha defendido la austeridad y ahora, a pocos meses de las generales, se acuerda de bajar los impuestos. Tan getas como los ladradores que llevan cinco años criticando la austeridad y ahora se acuerdan de la importancia de mantener el control del déficit. Con ejemplos así, podríamos estar hasta mañana.
Tal y como está el patio, que te salga de las entrañas pensar una cosa y al cabo de un rato otra diferente, que te den ganas de mandar a unos a paseo y luego ayudarles, votar a unos y luego castigarles, no es motivo para preocuparse. La duda, lejos de indicar esquizofrenia, demuestra que todavía tenemos margen para identificar los matices y para caer en la cuenta de que Albert Camus tenía razón: la vida tiende al absurdo y es nuestra responsabilidad darle sentido con nuestra actitud. Otro pensador avispado como era Jorge Luis Borges dejó dicho: “Como ser humano soy una especie de antología de contradicciones, de errores, pero tengo sentido ético”. Los seres humanos somos contradictorios, pero nos puede salvar la autocrítica. Precisamente de lo que andan escasos los que parten el bacalao, los que convocan referéndums suicidas y los se pasan el día dando la brasa con sus símbolos en los balcones públicos de todos o haciendo proselitismo con sus homilías tertulianas para decirnos qué tenemos que votar. Lo difícil no es la economía. Lo difícil es ser honestos. Con los demás y con nosotros mismos.